En relación al origen de la vida han existido básicamente dos hipótesis, según se tenga como fundamento la fe o la razón: a) teoría creacionista, postula el origen de la vida como un fenómeno sobrenatural o divino b) teoría evolucionista, sostiene la aparición de la vida como un proceso natural, sin intervención divina, en el cual de la materia inerte sería posible espontáneamente crearse las primeras formas prebiológicas, fenómeno que habría ocurrido hace 3500 millones de años y posteriormente el resto de la cadena de seres vivos, incluido el ser humano.
Para esto último es necesario, la evolución, proceso por el que una especie puede cambiar al paso de nuevas generaciones. Dado que se lleva a cabo de manera muy lenta, en millones de años, han de sucederse muchas generaciones antes de que empiece a hacerse evidente alguna variación, idea fundamentalmente expresada con los trabajos del naturalista británico Charles Darwin (1859), quien en su obra “El origen de las especies”, aporta una explicación científica sobre la evolución o “descendencia con modificación”, término utilizado por el científico para definir estos fenómenos. Los humanos formamos parte de del orden primates, suborden antropoides, superfamilia hominoides, familia homínidos, género homo, especie homo sapiens, subespecie homo sapiens sapiens. Se sabe que en la era terciaria apareció otra rama de primates, el suborden de los antropoides, de la cual posteriormente se bifurcará la superfamilia de los hominoides. De ella hace unos 4 millones de años después surgirá la familia de los póngidos (chimpancé, gorila, orangután y gibón) y la familia homínidos (austrolopitecos y homos). De la familia homínidos, particularmente de los austrolopitecos, evolucionaron posiblemente el Austrolopiteco Afarensis y posteriormente tres especies del genero Homo: Homo habilis, Homo erectus y Homo sapiens. De ellos se originará el hombre de Cro - Magnon, del que desciende el hombre contemporáneo. En este proceso, el bipedismo, tuvo una trascendencia fundamental ya que permitió la liberación de la mano, transformándose ésta en una herramienta esencial y ambos procesos, bipedismo y liberación de la mano, estimularon un mayor desarrollo del cerebro y facilitaron el desarrollo del lenguaje articulado, elementos claves que posibilitaron la consolidación intelectual del hombre sobre otros simios. Pero nuestra similitud es tal que la secuenciación del genoma señala que la diferencia del ADN del hombre y el chimpacé es sólo de un 1,6% y con respecto a los gorilas de un 2,2%. Buda, un gran hombre, 500 años A.C., lo comprendió y señaló: “No causes dolor a ningún ser viviente”. Entendió que son nuestros parientes biológicos, algunos muy próximos, tiene neuronas, sufren y sienten dolor como nosotros. Debemos luchar por terminar con los prejuicios y enseñarlo a nuestros hijos, uno de ellos es el especismo o prejuicio de la superioridad humana sobre los animales.
Marco Antonio Aguirre B.
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