sábado, 21 de septiembre de 2013

Día Universal del Libre Pensamiento

        Día Universal del Libre Pensamiento


  El 20 de septiembre de 2013, ha sido declarado por diversas organizaciones que promueven la libertad de concienciadel mundo, como el Día Universal del Libre Pensamiento.

Ha sido considerada esa fecha con ese propósito, en recuerdo de la “Brecha de la Porta Pía”, evento que marcó el ingreso a Roma de las fuerzas patrióticas italianas, en 1870, bajo el impulso republicano y laico de Garibaldi, contra las fuerzas militares papistas y francesas, episodio que significaría no solo la unidad italiana, sino la caída del poder temporal del pontífice romano y de su intervención política reclamada como “derecho divino”.

Ese día, los combatientes bersaglieri rompieron la defensa del dominio papal, ingresando por la Puerta Pía, estableciendo el derecho italiano a su unificación, por sobre los intereses de las potencias extranjeras unidas al papismo, en la tercera guerra de independencia italiana.

El adversario principal era nada menos que Pío Nono, el mismo que había atacado el pensamiento científico y las investigaciones de los hombres de ciencia, y que había proclamado la prevalencia de la fe sobre la razón en su encíclica Singulari Quadam. En abril del año del ingreso patriota a Roma, la Constitución Dei Felius, emanada del Concilio Vaticano (I), había establecido la condena al racionalismo y las teorías naturalistas. En julio, la constitución Pastor Eeternus, también bajo el impulso conciliar, reafirmaba la “infalibilidad del Papa, cuando hablaba ex cathedra”, es decir,  la irrefutabilidad de los planteamientos papales frente a cualquier asunto secular.

Dos meses después de la victoria garibaldina, en la encíclica Respicientes ea, el Papa decretaría la excomunión de los que habían “invadido, usurpado u ocupado” territorios de los Estado sujetos al poder pontificio.

Sin duda, el acontecimiento de septiembre de 1870 señala el momento en que toda la historia de interferencia temporal del papado en la realidad europea política y secular, comienza  su irreversible declinación. Ello significaría que, con el tiempo, el imperio político del Papa quedaría relegado al territorio vaticano. Sin embargo, bien sabemos que ello seguiría siendo en términos relativos.

Ese episodio, es el que ha estimulado a diversas organizaciones librepensadoras a proclamar, hace algunos años, el 20 de septiembre de cada año como el Día Universal del Libre Pensamiento, iniciativa que progresivamente ha ido ganando más trascendencia y apoyos de aquellos que reconocemos el libre pensamiento como la base sobre la cual se construye el derecho a la libertad de conciencia, proclamado por la comunidad internacional.

Es oportuno que así sea. Diversas circunstancias y episodios que ocurren cotidianamente en el mundo, señalan la necesidad que poner al libre pensamiento en la agenda constructiva de las sociedades contemporáneas. La presión ejercida por determinismos, que buscan el tutelaje espiritual de las personas y la hegemonía de las sociedades, es constante, y no han cambiado las conductas y acciones que los mueven hacia manifestaciones de poder que afectan profundamente la libertad y los derechos de conciencia.

En muchas partes del mundo visiones totalizantes buscan imponerse por diversos medios, a partir de verdades absolutas, y no son pocos los países sometidos a violentas tensiones, como consecuencia de la utilización política de los dogmas y de la asociación de los poderosos con las jerarquías religiosas. Cuando ello ocurre, las libertades de conciencia son inmoladas y se imponen verdades absolutas, que avasallan la libertad de las personas y de las sociedades.

La reclamación universal del libre pensamiento, a través de la conmemoración del 20 de septiembre de 1870, tiene por lo tanto un fundamento irrefutable
. Es la reclamación por la ciencia, por la libertad, por los derechos humanos, por la dignidad de la persona humana, por la democracia, por el pluralismo, por la tolerancia. Es la reclamación de aquello que hace posible la libertad de conciencia, esto es, la libertad de pensar y de decir lo que se piensa, y llevar una vida personal de acuerdo a las convicciones de cada cual.
Ninguna de las libertades modernas, consagradas por las convenciones alcanzadas por la Humanidad en los últimos 100 años, es posible sin el libre pensamiento. Sin embargo, son pocas las sociedades que pueden expresar con certeza el imperio del libre pensamiento en su desenvolvimiento cotidiano. Una enorme mayoría, en general, tienen problemas que hablan de comprobaciones que van precisamente en sentido inverso al avance esperado por las sociedades y aquellos segmentos más comprometidos con la libertad.

Hay episodios recientes que ilustran estas constataciones: Rusia, Turquía, España, Argentina, los países del Medio Oriente, Pakistán, India, etc. señalando lamentables efectos. Chile también tiene aún mucho que realizar para consolidar la libertad de conciencia.

La defensa y la promoción del libre pensamiento, bajo la lectura de lo sucedido en la Brecha de la Porta Pía, no tiene que ver con una adversión a la religión y al ejercicio religioso
. Por el contrario, el libre pensamiento respeta el hecho religioso y la opción religiosa de las personas, como respeta cualquier posición no confesional o la no creencia en conceptos divinos. Al recordar la hazaña bersaglieri de 1870, lo que se está simbolizando es la derrota de la pretensión y concreción del determinismo de una religión sobre los asuntos políticos de un tiempo y de un lugar, a partir de un ejercicio de hegemonía. 

 Ello tiene una traducción en los asuntos de los Estados contemporáneos, que son objetivos permanentes de la conducta de las jerarquías religiosas, que persisten en dar continuidad a su hegemonía sobre los asuntos políticos y sociales, en alianza con estructuras de poder políticas y económicas. De allí la vigencia de la reivindicación del libre pensamiento, que viene a proponer a nuestro tiempo, la necesidad de erradicar los determinismos entronizados en las estructuras del Estado, del mercado y de la sociedad civil, a fin de asegurar sociedades más libres y más creativas, sobre la base de la libertad de conciencia.


 

                                                Sebastián Jans Pérez, historiador y escritor

 

miércoles, 2 de enero de 2013

¿Cuál es la mejor hora del día para hacer ejercicio?

Para la mayoría de las personas, el mejor momento para hacer ejercicio es el único que tienen, y que se acopla en una estrecha agenda diaria, a fuerza de sangre, sudor y lágrimas. Pero, si se pudiera elegir la hora más propicia para la actividad física, ¿cuál sería la recomendación científica?

"Tenemos ciclos para muchas cosas: para el sueño, para las hormonas y también para el rendimiento físico", dice el doctor Jorge Franchella, director del Programa de Actividad Física y Deporte del Hospital de Clínicas. El ritmo biológico de sueño y de vigilia, determinado por el sol, regula la temperatura corporal, la presión arterial, la atención, las hormonas y el metabolismo, todas funciones que pueden influir en la práctica deportiva. Es el famoso "reloj interno" que se altera cuando viajamos a otro país con una diferencia horaria grande.

En el exclusivo mundo de los deportistas de elite, nada está librado al azar. "En los deportistas entrenados, este ciclo tiene gran importancia, porque existen picos de rendimiento durante el día, según la capacidad física que se quiera potenciar. Por ejemplo, los récords de velocidad y atletismo se suelen romper entre las 19 y las 21, porque es el momento máximo de capacidad de esfuerzo, resistencia y velocidad", explica Franchella.
     El resto de los mortales, podemos incorporar algunos trucos para, en la medida de lo posible, encontrar nuestro mejor momento para hacer gimnasia.

  ¿ Ud. es "búho" o "alondra" ?

Las personas, en general, son "matutinas" o "vespertinas", porque funcionan mejor por la mañana o por la noche. Esto también vale para el ejercicio físico. En estos casos, no hay mucho que pueda hacerse. La recomendación es no "obligar" al cuerpo a despuntar el día con una rutina agotadora, si lo único que pide es envolverse entre las sábanas y seguir descansando. "Una persona que en general se levanta a las 7 y decide arrancar 6:30 para hacer ejercicio, está forzando el reloj biológico y después pasará el resto del día dormido. El primer consejo es que empiece a hacer actividad a partir de la hora en que se levanta normalmente", recomienda el doctor Alberto Intebi, director del Instituto Argentino de Psiconeuroinmunoendocrinología.
 

Los deportistas mañaneros son los más perseverantes, según estudios científicos. Una de las teorías es que al poner el ejercicio primero de todo, las personas se liberan del estrés y de las presiones laborales que se van sumando con las horas.

Empezar el día con ejercicio tiene más ventajas: "Estamos en mejores condiciones físicas porque el cuerpo está descansado", afirma Franchella y agrega que el "efecto residual", esa energía arrolladora que nos inunda después del gimnasio, dura varias horas. "En tu cuerpo queda una memoria de bienestar", explica.

"El cuerpo genera endorfinas y óxido nítrico que contribuyen con un mejor estado del humor. Las situaciones de estrés impactan menos. Si uno espera a terminar el día para hacer actividad física, se pierde este beneficio sobre el humor", aporta Intebi.

Pero la mañana también tiene sus contraindicaciones. Entre una y tres horas antes de despertarnos, la temperatura corporal está baja. Los músculos estuvieron dormidos durante horas y crece el riesgo de lesiones si no se elonga bien. La circulación sanguínea es lenta y muchas veces "cuesta arrancar". Además, bien temprano, la hormona cortisol está en su auge y puede aumentar la fatiga.

Muchas investigaciones apuntan que el atardecer como el mejor momento para moverse. La temperatura del cuerpo es alta entre las 16 y las 17, así que los músculos se encuentran mejor preparados para encarar una rutina. La fuerza, la performance anaeróbica y la resistencia también mejoran en este tiempo del día. Un estudio de la universidad finlandesa de Jyväskylä, mostró un leve incremento en el tamaño del músculo en un grupo de personas que se entrenaban entre las 17 y las 19.

Pero, el que sale del trabajo y va al gimnasio después de las 19 lleva encima la carga del estrés y el cansancio. "Si bien el ejercicio te ayuda a desahogarte, después de un día laboral tu cuerpo está más contracturado -advierte Franchella-. He visto muchas lesiones musculares de personas que llegan de trabajar estresadas y tensionadas, que no llegan a relajarse y entonces el ejercicio les suma sobrecarga".

Por otro lado, la actividad física nocturna no es apta para desvelados. "El aceleramiento dura un par de horas", asegura el médico. Una clase de spinning a las 20 es una inyección de energía para un cuerpo que se está preparando para dormir. Aumenta el ritmo cardíaco, sube la temperatura corporal y chau sueño. Por eso, Intebi aconseja terminar la actividad dos horas antes de acostarse.

Para gran parte de las personas que hacen horario de oficina, el almuerzo es el recreo ideal para darse una vuelta por el gimnasio. La recomendación en este caso es comer después del ejercicio, sobre todo si la vianda es muy pesada, y evitar la actividad al aire libre. "Si se realiza dentro de un lugar cerrado no está mal. El problema es en el exterior, porque de 11 a 16 los rayos son peligrosos y es el pico de calor", avisa Franchella. Cuando el termómetro arde, el cuerpo no puede perder calor. "Aumenta la temperatura del núcleo corporal y si sube a más de 37 grados, el cerebro sufre y se pone en riesgo la salud. Es una locura correr cuando hace 40 grados afuera", advierte el especialista.
 

Los argumentos están sobre la pista y algo queda claro: ni siquiera la ciencia logra ponerse de acuerdo sobre el mejor momento para ejercitarse. Y hay otro punto importante que resalta Jorge Franchella: "Los picos de máximo rendimiento muscular y de máximo rendimiento aeróbico no coinciden. Mientras que las mitocondrias, encargadas de la oxigenación, rinden más alrededor de las 15, mientras que el mejor momento para los músculos se encuentra en torno a las 19. Por esto, no puede establecerse un momento ideal para una persona común".

Resta encontrar cuál es la hora óptima para cada uno, de acuerdo con las habilidades que quiera explotar, sus hábitos y su reloj interno. Intebi es más categórico: "Los beneficios del ejercicio son tantos que lo más importante es hacerlo, a la hora que sea, 30 minutos cada día".


En síntesis, el mejor horario del día  para hacer deportes depende al menos de tres factores: 
a) Ciclo biológico individual.   
b)  Horario personal disponible para poder efectuarlo. 
c) Objetivo de la actividad deportiva: acondicionamiento físico o formación de campeones.