miércoles, 8 de diciembre de 2010

Carta al Supremo Hacedor





Supremo Hacedor del Universo, algunos te llaman Alá, otros 

Jehová, también Buda, Dios o simplemente el Innominable. Yo tan 

sólo lo haré con respeto a tu persona y a todos los hombres.

Te ruego Padre Universal, prestes atención a mi solicitud porque 

mis palabras te hablan por muchos otros hombres que como yo 

esperan que Tú enseñes a los hombres a ser héroes de la paz, de 

la justicia y del progreso. A veces perdemos la nobleza del ser, 

vivimos la arrogancia, sin mirar el dolor del que sufre cerca nuestro, 

olvidando que tenemos un tiempo, nuestro tiempo que es sólo un 

suspiro en la vida del cosmos. No gozamos ya tu Gran Arquitectura 

Universal, tan sólo calculamos cuántos dolares valdría cual o tal de 

tus partes.

Escribo porque de Ti viene la luz, y ella puede mostrar el 

sendero y transformar la mano que agrede, hiere o mata, en mano 

que siembra y luego cosecha el amor, abriendo horizontes de 

esperanzas más dignas y humanas.

Gran Arquitecto, enséñanos a poder apreciar lo efímero de 

nuestras existencias. Y mientras ello ocurre, no dejes que se nos 

marchite la infancia y envejezcamos en lamentable miseria del 

alma. Enséñanos a disfrutar de tu belleza, a elevar nuestras 

miradas y apreciar la inmensidad del Universo y la pequeñez de 

nuestra materia. Inícianos en el Arte Real de disfruta del mar, del 

aire y de los vientos, de la tierra y de los cielos, que así seremos 

purificados por el fuego de la naturaleza.

Enséñanos en este nuevo ciclo, que el mayor de los trofeos es la 

vida, que todo acto tendiente a desarrollar la vida es bueno y todo 

acto que la destruya o dañe es malo. Y que la vida no es sólo del 

hombre, también es vida la de los animales que viven en nuestro 

entorno y la de las plantas y árboles que con filosófica resignación 

perciben sus cercenamiento o destrucción inmisericorde. 

Danos la luz que nos aleje del aborto, de la eugenesia, de la 

eutanasia, de la pena de muerte y del terrorismo. Que nunca un 

hombre mate a otro hombre, en ninguno de sus estadios etarios: 

embrionario, niñez, adultez o ancianidad.

Enséñanos la paz. Amnésianos de la guerra. Que anhelemos la 

alegría de dar y darse en la fuente de la hermandad, para que los 

pueblos del mundo desplieguen banderas de amistad y los niños de 

la Tierra crezcan libres de todo mal.

Enséñanos de la justicia, especialmente a nosotros, para que sea 

práctica de nuestras existencias. Pero no te olvides también de 

enseñárselas a nuestras autoridades políticas, judiciales y 

religiosas.

Nace nuevo día, eres la esperanza de un mundo mejor, la vida 

que nace de la muerte, el deseo del triunfo del bien sobre el mal, el 

anhelo de destruir para siempre el voraz apetito de la bestia.

¡ Bienvenido seas ¡



Un Hombre del Siglo XXI 

No hay comentarios:

Publicar un comentario